Noble y antiguo solar con palacio en el lugar de Ocariz (cuyo nombre tomó), del Ayuntamiento de San Millán y partido de Vitoria, en Álava. Martín Pérez de Ocariz, descendiente de dicho solar, pasó a la villa de Oñate, en Guipúzcoa, donde casó con doña Elvira de Galarreta, de la que tuvo estos hijos: 1º, el Bachiller Ocariz, casado en Mondragón; 2º, Pedro López de Ocariz; 3º, Juliana de Ocariz; 4º, Domenja de Ocariz, casada en la casa de Campicelay, y 5º, Juan Pérez de Ocariz, casado en Mondragón con doña Bárbara de Albistur, a la que hizo madre de Rodrigo de Ocariz y Albistur, Crefier de la Casa Real de Felipe II y esposo de doña Inés de Otálora. Sin hijos. También pasó este apellido a Vizcaya, estableciéndose en la villa de Bilbao. Juan Ignacio de Ocariz y Vargas litigó en 1700, don Pedro Jacinto de Echávarri, la sucesión en un mayorazgo fundado en 1659 por Pedro López de Zuaro y su mujer doña Magdalena de Llanos.
Escudos de Armas del apellido:
De oro, con un castillo de piedra y un hombre asomado a una de las ventanas del segundo cuerpo, con dos llaves de oro en la mano derecha. Desde lo alto del cuartel vienen volando hacia el hombre dos aves, con sendas espigas de trigo en el pico. A la puerta del castillo, dos lebreles de su color natural, encontrados y atraíllados, con las cabezas vueltas hacia atrás. Sobre la torre del homenaje, una bandera de gules de dos picos. En una ejecutoria ganada en Pamplona en 1564 se dice que la persona que se asoma a la ventana del castillo es una doncella, en lugar de un hombre, y que aquella tiene una sola llave de oro en la mano. También añade que sobre una de las aves, que llama palomás, hay tres armiños de sable, y sobre la otra, dos panelas blancas. El Doctor Labayru, que recoge también este escudo como propio de los Ocariz de Bilbao, dice que de la punta del mencionado escudo salen cuatro espigas de trigo, y le añade une bordura con ocho rosas, sin indicar los esmaltes.
Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753 Por las Leyes de la Heráldica, cuantos lleven el oro en sus escudos están obligados a hacer el bien a los pobres y a defender a sus príncipes, peleando por ellos hasta su última gota de sangre. El oro simboliza el topacio. En las armerías de los reyes se le llama "sol", en las de los nobles con título de Duque, Marqués, Conde, etc, "topacio" y en el de la nobleza en general "oro". En su relación con los astros el oro es el Sol; de los doce signos del Zodiaco, Leo; de los elementos, el fuego; de los días de la semana, el domingo; de los meses del año, julio; de los árboles, el ciprés y de las flores, el girasol; de las aves, el gallo; de los cuadrúpedos, el león y de los peces, el delfín. El color rojo, denominado en Heráldica, gules, simboliza el valor, la intrepidez y la valentía. Aquellos que llevan este color en sus blasones tienen la obligación de socorrer, amparar y defender, a los injustamente oprimidos. Representa al rubí, y en lo que se refiere a los signos del Zodiaco corresponde a Marte, Aries y Escorpio; como elemento, el fuego; el día, el martes y el mes, el de octubre; el metal, el cobre; árbol, el cedro y la flor, el clavel; de las aves, corresponde al pelícano. El gules en las armerías de los reyes y príncipes se llama Marte; en las de los títulos, rubí, y gules en la generalidad de la nobleza. Los armiños, en heráldica, simbolizan la inclinación que tienen los hombres a viajar por tierra y mar; propensión que se atribuye a los Bretones. También representa la Pureza. El uso de traer los armiños por forros en sus vestidos, los Gobernadores y personas de representación, dió motivo a algunos heraldos para tener los armiños por símbolo de Dignidad. Fernando V, rey de Aragon, cuando echó de Calabria al duque de Lorena, descubierta la conspiración del príncipe de Resana, instituyó una Orden de caballería llamada del Armiño, dando a sus caballeros un collar de oro con un armiño pendiente, y por divisa el epígrafe "Malo mori quam faedari", para mostrar a los caballeros de dicha Orden que primero se debe morir que faltar a la fidelidad de su príncipe. Las aves representan en general la libertad. Simbolizan un espíritu generoso que, llevado de su alegría interna, profiere siempre elogios y alabanzas de las acciones heroicas realizadas por otros caballeros. La bandera es la señal o insignia con que se distingue a un cuerpo de tropa. Símbolo de poder y de señorío sobre huestes y vasallos. La bandera se usaba más en timbres que como divisa del escudo, sin embargo, dentro del blasón suele proceder de caballeros que pertenecieron a la Orden Militar "Caballería de la Razón", que fundó Don Juan I, rey de Castilla, en el año 1385, usando como divisa un estandarte. La bordura simboliza protección, favor y recompensa; así mismo la cota que vestían los caballeros para la guerra y que al salir de la pelea, ostentándola manchada de sangre enemiga, eran premiados con el añadido de la bordura de escudo, como insignia de valor. La bordura también se usa para combinar armerías, con la particularidad que las armas situadas en la bordura tienen siempre carácter secundario. La cabeza significa trofeo, valor, superioridad y despojo sangriento. Los castillos son geroglífico de grandeza, y de elevación, porque ellos exceden en hermosura, en fortaleza, y en magnitud a todos los demás edificios: denota también el asilo, y la salvaguardia.