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Origen y significado del apellido NAVARRETE
Riojano, descendiente de Pedro Rodríguez, caballero de la villa de Navarrete, de donde tomó su apellido, y que pasó a la conquista de Baeza.
Los Blanco Navarrete residentes en Santiago de Compostela descendían -por Blanco- de Mellid; por Navarrete, de Ortigosa de Cameros. El P. Crespo, en el lugar citado, apuntaba que eran oriundos de Laredo (Cantabria) y que se avecindaron en Noya. Añade en ficha posterior: Tuvieron capilla con enterramientos en el convento franciscano de Noya y casa blasonada en la misma villa.
D. Matías Navarrete y Almarza casó con D.ª Marina de Pazos Parga, bautizada en 1647, hija del capitán D. Antonio González de Romay y de D.ª María Fernández de Figueroa (Archivo de D. José A. Bonilla Mir, de Jaén).
 Aun siendo procedente de la Rioja, de la villa de su apellido, insertamos aquí por su fuerte vinculación con los Gago, Mendoza y Ozores, al venerado franciscano fray Juan de Navarrete, apóstol de Torrijos, de donde vino a su convento de Pontevedra, en el que quiso ser enterrado, después de la caída mortal ya por él vaticinada, ocurrida al pasar en su cabalgadura por Nantes, viniendo de predicar en Portonovo, pueblo que con Sanjenjo era la zona de su apostolado. Piadosamente conjuró la peste, que en 1520 infectaba a Pontevedra, instaurando una cofradía en memoria de la Pasión de Nuestro Redentor Jesucristo, de la que era muy devoto, como puede conjeturarse de los misterios dolorosos que engalanan la casulla más usada por él y que con sus reliquias se custodiaba en dicho convento pontevedrés. Tuvo dedicados a él dos altares en la iglesia conventual y en la parroquial de Santa Eulalia de Nantes. Un anillo que el venerado franciscano regaló a la familia de Gago, pasó a la de Montenegro y de ésta a la de Córdoba, cuyos sucesores tuvieron por residencia Tuy. En el sitio donde cayó muerto, quebrándosele el cráneo, se le dedicó una ermita en 1610 y a la fuente que en Pedrousos empezó a manar por milagro en el lugar del accidente acudían muchos fieles implorando la protección del virtuoso franciscano, del que se conoce una antigua imagencita en traje de misionero franciscano, dentro de un púlpito, que Casto Sampedro vio a un lado del altar que en su tiempo se llamaba de las Animas en la iglesia del convento franciscano de Pontevedra, donde las gentes sencillas le confundían con «Santo Outelo», o Eleuterio, del que no hay la menor noticia, pero a quien rezaban como abogado contra la rabia. Dicha imagencita acaso no fue tenida como reproducción de las facciones del taumatúrgico religioso que, según los cronistas, era de color algo encendido y algún tanto pequeño de cuerpo, al decir del P. fray Antonio Muiños, rector del Colegio de Misioneros para Tierra Santa y Marruecos que hubo en Santiago. Cfr. Documentos... para la historia de Pontevedra. 1902, tomo II, página 599 y siguientes. Entre quienes se acercaron a su sepulcro pontevedrés y recobró su salud fue San Francisco Blanco (protomártir del Japón en 1597) siendo mozo. Hoy sus restos se guardan bajo la meses del altar más cercano al mayor, en el lado de la Epístola, pero en el cuerpo de la iglesia.
Este linaje tiene en su haber famosos caballeros, que le dieron lustre y gloria, entre los que se cuenta el maestre de campo don Alonso de Navarrete que, tomó parte en la célebre batalla de San Quintín, bajo el reinado de Felipe II y que dio el triunfo a las armas españolas frente a las francesas. Fue caballero del hábito de Santiago al que apodaban ""el Dentudo"". Existe una carta suya en la que da cuenta el rey, de un hecho de armas del que fue protagonista: Dice que fue a guardar cierto paso con diez banderas que sumaban ochocientos hombres y que dos horas antes de que amaneciera, llegaron los franceses con doce banderas de infantería y un buen golpe de jinetes a meterse en la tierra muy determinadamente. Afirma que él había dispuesto a su gente lo mejor que podía, la cual recibió con ánimo a los franceses y los rodeó por todas partes de forma que, a las dos horas de lucha, los atacantes tuvieron que darse a la fuga, huyendo, no sin antes dejar sobre el terreno un gran número de muertos y malheridos, entre los que se contaban muchos caballeros nobles franceses. Cuando se hizo el día, dice que los hizo seguir, que los dio alcance y que trabada de nuevo la lucha, los españoles
hicieron en los franceses gran mortandad. Esta carta dirigida al rey Felipe II, continúa informando al soberano que los arcabuceros españoles ""hacían un fuego del infireno"" y que aquella noche la iban a recordar, los franceses supervivientes, durante toda su vida. Se queja en la misiva de, que la caballería alemana, que debía haberlos apoyado, se mantuvo quieta y que de no haberlo hecho ""doy al
diablo al francés que a Francia vuelve"".
De los muy nobles caballeros de este linaje hay que citar a don Baltasar de Navarrete que fue gobernador del Estado, de la reina de Polonia; en el reino de Nápoles, don Juan de Navarrete, nieto de Navarrete ""el Dentudo"", murió de un arcabuzazo que paró con el pecho en 1.578, después de haber tenido la gloria de asaltar el primero la trinchera enemiga y clavar, en ella, la bandera de España.

Armas. Descripción de los escudos, conforme a las leyes de la heráldica:
En campo de gules, una cruz de veros de azur y plata, que toca con sus extremos los del escudo; bordura cosida de gules con ocho aspas de oro.

Simbología de las armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aún así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: ""Ciencia Heroyca"", de Don José de Avilés. Año 1725; y ""Adarga Catalana"", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753
Por las Leyes de la Heráldica, cuantos lleven el oro en sus escudos están obligados a hacer el bien a los pobres y a defender a sus príncipes, peleando por ellos hasta su última gota de sangre. El oro simboliza el topacio. En las armerías de los reyes se le llama ""sol"", en las de los nobles con título de Duque, Marqués, Conde, etc, ""topacio"" y en el de la nobleza en general ""oro"". En su relación con los astros el oro es el Sol; de los doce signos del Zodiaco, Leo; de los elementos, el fuego; de los días de la semana, el domingo; de los meses del año, julio; de los árboles, el ciprés y de las flores, el girasol; de las aves, el gallo; de los cuadrúpedos, el león y de los peces, el delfín.
La plata en las armerías recibe el nombre de Luna, en lo que se refiere a las de los soberanos; en las de los títulos, perla, y en las de los restantes nobles, plata; significa blancura, pureza, y los que la llevan en sus armas están obligados a defender a las doncellas y amparar a los huérfanos. La plata significa en su correspondencia con las piedras preciosas la perla. De los astros, la Luna; de los signos del Zodiaco, Cáncer, y de los elementos, el agua; de los días de la semana, el lunes; de los meses del año, los de enero y febrero; de los árboles, la palmera; de las flores, la azucena; de las aves, la paloma; y de los animales, el armiño.
El color rojo, denominado en Heráldica, gules, simboliza el valor, la intrepidez y la valentía. Aquellos que llevan este color en sus blasones tienen la obligación de socorrer, amparar y defender, a los injustamente oprimidos. Representa al rubí, y en lo que se refiere a los signos del Zodiaco corresponde a Marte, Aries y Escorpio; como elemento, el fuego; el día, el martes y el mes, el de octubre; el metal, el cobre; árbol, el cedro y la flor, el clavel; de las aves, corresponde al pelícano. El gules en las armerías de los reyes y príncipes se llama Marte; en las de los títulos, rubí, y gules en la generalidad de la nobleza.
El esmalte azul (azur) simboliza la realeza, la serenidad y la hermosura. Los que los lleven en sus armas, están obligados a socorrer a los fieles servidores de sus príncipes que ""se hallan sin remuneración por sus servicios"". En las piedras preciosas representa al zafiro y en los signos del Zodiaco a que se encuentra sujeto son Tauro y Libra. Su elemento es el aire; su metal, el acero; el día de la semana, el viernes; los meses, abril y septiembre; su árbol, el álamo; la flor, la violeta; su animal, el camaleón y su ave, el pavo real. El azur se llama Júpiter en las armerías reales, zafiro en las de los títulos y azur en la nobleza.
El sotuer o aspa se trae a las armerías españolas por la batalla de Baeza, ganada contra los moros el día de San Andrés del Año de 1227, que es la forma de la Cruz en que estuvo este Santo Apostol en su martirio.
La bordura simboliza protección, favor y recompensa; así mismo la cota que vestían los caballeros para la guerra y que al salir de la pelea, ostentándola manchada de sangre enemiga, eran premiados con el añadido de la bordura de escudo, como insignia de valor. La bordura también se usa para combinar armerías, con la particularidad que las armas situadas en la bordura tienen siempre carácter secundario.
La cruz es una pieza honorable, que representa la espada del caballero, dándose en Armería al combatiente que sacaba la espada teñida de sangre de sus enemigos. Del tiempo de las cruzadas quedaron algunas familias con la cruz por armas, para denotar que habían estado en ellas.