En la aldea de Bernagoitia, del Ayuntamiento de Amorevieta y partido judicial de Durango (Vizcaya), hubo una casa solar apellidada Navajas de Barrenengoa, y de ella fue I. Pedro Navajas de Berrenengoa, Señor de la casa de su apellido, esposo de doña Juana de Lenguinaeche, y ambos padres de II. Martín Navajas de Barrenengoa y Lenguinaeche, que casó con doña Catalina Hermoso, a la que hizo madre de III. Andrés Navajas de Barrenengoa y Hermoso, que celebró su enlace con doña Bernarda Sáenz de Tejada, y fueron padres de IV. José Navajas de Barrenengoa y Sáenz de Tejada, bautizado en Torrecilla de Cameros (Rioja), el 28 de Septiembre de 1679, que se unió en matrimonio con doña Antonia de Ochoa, y procrearon a V. Andrés Navajas de Barrenengoa y Ochoa, bautizado en la misma villa el 5 de Abril de 1705, que el 6 de Octubre de 1768 obtuvo declaración de vizcainía en la Real Chancillería de Valladolid.
Escudos de Armas del apellido:
El escudo, en heráldica, es el soporte físico del blasón, al centro de las armerías. En la panoplia que representa el blasón, el escudo propiamente dicho representa el escudo de los hombres de armas. Las armas son generalmente presentadas sobre un escudo pero otros soportes son posibles: una vestimenta como el tabardo del heraldo, un elemento de arquitectura como un anuncio mural, un objeto doméstico... En este caso, la forma del contorno es aquella del soporte. El escudo se materializa por la forma geométrica y sus divisiones potenciales, o mesa de espera, en la que están representadas las armas. El escudo puede tomar diferentes formas, de acuerdo al origen de su representación.
Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753.