Este linaje es de noble estirpe alavesa, como lo demuestra la siguiente genealogía que comienza a fines del siglo XV y termina a principio del XIX, sacada de dos pleitos, seguido el primero a mediados del siglo XVI, por Miguel de Nájera, vecino de Lasarte, cerca de Vitoria, que sacó Real carta ejecutoria de hidalguía el 28 de Febrero de 1554. I. Juan de Nájera vivía al comenzar el siglo XVI en el lugar de Trespuentes o Tres Puentes, del Ayuntamiento de Iruña y partido de Vitoria, casado con doña María García. Fueron padres de II. Pedro de Nájera y García, que casó con doña María López. Estos esposos vivieron en el lugar de Lasarte, cercano a Vitoria. Tuvieron a III. Miguel de Nájera y López, que contrajo matrimonio con doña Antonia Ortiz. Como ya hemos indicado, este caballero ganó ejecutoria de hidalguía en 1554. Procrearon a IV. Miguel de Nájera y Ortiz, casado con doña Teresa González de Mendía, a la que hizo madre, entre otros hijos, de V. Pedro de Nájera y Mendía, que trasladó su residencia a la Puebla de la Barca de Ebro, al casar con doña María Muro, de la que tuvo a VI. Martín de Nájera y Muro, que se unió en matrimonio con doña María del Vado, naciendo de este enlace 1º Manuel de Nájera y del Vado. 2º Martín de Nájera y del Vado, esposo de doña Brígida Ibáñez. 3º José de Nájera y del Vado, que tuvo por esposa a doña María Ibáñez y fueron progenitores de una línea, que no podemos referir por falta de espacio, y 4º Francisco de Nájera y del Vado, casado con doña Magdalena Mateo y cabeza de otra línea.
Escudos de Armas del apellido:
Un puente de tres arcos, con una torre en cada extremo. Ignoramos los esmaltes.
Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753.