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En la villa de Baracaldo, del partido de Valmáseda (Vizcaya). I. Bartolomé de Marcoleta, natural de Baracaldo, tuvo en su esposa doña María Izaguirre, natural de Gordejuela, a II. Simón de Marcoleta e Izaguirre, natural de la anteiglesia de Alonsotégui, también en Vizcaya, que casó con doña Inés de Labarrieta, natural de Güeñes, en las Encartaciones, y procrearon a 1º Domingo Julián de Marcoleta y Labarrieta, que sigue, y 2º Ignacio Simón de Marcoleta y Labarrieta, natural de Gordejuela, del Consejo de S. M., Secretario y Oficial Mayor de la Secretaría del Consejo de Hacienda, Sala de Millones y Junta de Tabaco, y Caballero de la Orden de Santiago, en la que ingresó el 2 de Julio de 1755. III. Domingo Julián de Marcoleta y Labarrieta, natural de Gordejuela, fue también Secretario de S. M., Contador de la Contaduría Mayor de Cuentas y Caballero de la misma Orden de Santiago, con fecha 24 de Julio de 1750. Contrajo matrimonio con doña Ana María Rivero de Costa y Montero, natural de Lisboa, naciendo de esta unión IV. Antonio de Marcoleta y Rivero de Costa, natural de Madrid, Subteniente del Regimiento del Rey y Caballero de la Orden de Santiago, desde el 1º de Diciembre de 1766. Una rama pasó a Chile.

Escudos de Armas del apellido:
El escudo, en heráldica, es el soporte físico del blasón, al centro de las armerías. En la panoplia que representa el blasón, el escudo propiamente dicho representa el escudo de los hombres de armas. Las armas son generalmente presentadas sobre un escudo pero otros soportes son posibles: una vestimenta como el tabardo del heraldo, un elemento de arquitectura como un anuncio mural, un objeto doméstico... En este caso, la forma del contorno es aquella del soporte. El escudo se materializa por la forma geométrica y sus divisiones potenciales, o mesa de espera, en la que están representadas las armas. El escudo puede tomar diferentes formas, de acuerdo al origen de su representación.               

Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753.