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En la villa de Guesalaz, del partido de Estella, y en la de Muruzábal, del partido de Pamplona, tuvo casas este apellido navarro. A la primera casa perteneció Martín Juaniz, vecino de Muzqui, declarado hijodalgo por la Real Audiencia de Pamplona, en 1546. De la segunda fue Martín Juaniz de Muruzábal, natural de Muruzábal, casado con doña Elena de Echalaz, natural de Echalaz, a la que hizo madre de: 1º, Martín Juaniz de Muruzábal y Echalaz, y 2º, Sancho Juaniz de Muruzábal y Echalaz, o Joaniz de Echalaz, natural de Muruzábal, que casó con doña María de Echauri, natural de Enériz, naciendo de esta unión Juan Juaniz de Muruzábal y Echauri, natural de Enériz y Caballero de la Orden de Alcántara en la que ingresó en 1697. Fue del Consejo de las Ordenes. El citado Martín Juaniz de Muruzábal y Echalaz, apellidado también Martín Joaniz de Echalaz, nació en Muruzábal, se unió en matrimonio con doña Luisa de Ocáriz, natural de Lumbier, y procrearon a Martín Francisco Juaniz de Muruzábal y Ocáriz, natural de Muruzábal y Caballero de Santiago, desde 1652.             

Escudos de Armas del apellido:
El escudo, en heráldica, es el soporte físico del blasón, al centro de las armerías. En la panoplia que representa el blasón, el escudo propiamente dicho representa el escudo de los hombres de armas. Las armas son generalmente presentadas sobre un escudo pero otros soportes son posibles: una vestimenta como el tabardo del heraldo, un elemento de arquitectura como un anuncio mural, un objeto doméstico... En este caso, la forma del contorno es aquella del soporte. El escudo se materializa por la forma geométrica y sus divisiones potenciales, o mesa de espera, en la que están representadas las armas. El escudo puede tomar diferentes formas, de acuerdo al origen de su representación.

Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753.