Apellido muy antiguo, en un lejano pasado que llega hasta el tiempo de los godos. Se considera como progenitor del linaje a don Alvar de Iglesias o de la Iglesia, un esforzado guerrero que allá por los años 725, cuando el invicto don Pelayo reconquistó la ciudad de León, se hizo fuerte ante ante el ataque de los moros en una iglesia o ermita, posteriormente llamada San Pedro de Cavatuenta y con solo mil enemigos, defendiéndola con tal ardor, que dio muerte a más de dos mil moros. En memoria de dicha hazaña, hizo a la iglesia cabeza de las demás que en el término había, la cual con el tiempo recayó bajo la casa y patrimonio de los Marqueses de Total. Así lo afirman don Miguel de Salazar, capellán de honor y Rey de Armas del rey don Fernando IV, al igual que don Juan de Mendoza, en sus respectivos "Nobiliarios" y también lo hace don Jorge de Montemayor en su "Sumaria Investigación de Linajes Nobles del Reino de Galicia". Hubo otras casas de Iglesias en el lugar de Valles, del Ayuntamiento de Reocín y partido judicial de Torrelavega: en Santillana y en San Vicente de la Barquera, en la Merindad de Trasmiera y en la ciudad de Santander. Otras casas de este linaje Iglesias radicaron en la Montaña de León, otras las hubo en Galicia, en el Valle de Canagás y en la feligresía de Santa Eulalia de Trugulfe, partido judicial de Mondoñedo, (Lugo), y otra en la villa de Torreiglesias, del partido judicial de Segovia y, finalmente, otra en Carrascosa de Arriba, del partido judicial de Burgo de Osma, (Soria). El apellido Iglesias, tras extenderse por los lugares anteriormente citados, pasó el Nuevo Mundo, donde ya se encontró presente desde los primeros momentos de su conquista y colonización. El ilustre historiador del Colegio Viejo de San Bartolomé... de Salamanca, D. Francisco Ruiz de Vergara y Álava, nos traza una breve biografía del meritísimo e Ilmo. Sr. D. Juan de la Iglesia, maestro en Artes, doctor en Teología, natural de la feligresía de Sta María de Silei (sic.; ignoramos el emplazamiento y la existencia de tal feligresía), en el arzobispado de Santiago; colegial de San Bartolomé en 29-III-1582. En él llevó cátedra de Artes y después de Físicos. Salió en 1585 para canónigo magistral de Coria, fue electo obispo de Tortosa, tomando posesión en 3-VIII-1612. Don Felipe III le presentó para la sede de Cartagena-Murcia en 1616 y después para la de Segovia, donde falleció. Había hecho una donación a la Iglesia de Tortosa de 400 ducados. Los de la villa de Rodondela D. ANDRÉS IGLESIAS ÁLVAREZ casó con Dª Francisca Álvarez; ambos naturales de la feligresía de San Román de Sajamonde, inmediata a Redondela; tuvo por hijo a D. ANDRÉS IGLESIAS, nacido en la feligresía de San Román de Sajamonde; casó con Dª Josefa Martínez, natural de Sta. María de Reboreda (hija de don Francisco Martínez y de Dª Antonia de Araújo, naturales de Santa María de Reboreda, también inmediata a Redondela, en cuyas calles llegaba a introducirse en no lejanos tiempos); tuvo por hijo a otro D. ANDRÉS IGLESIAS, natural y vecino de Redondela; casó con Dª Josefa de Lago, natural y vecina de la misma villa (hija de D. Manuel de Lago, natural de San Román de Sajamonde, y de Dª Ángela Carreira natural de la villa de Redondela; nieta de D. Amaro de Lago y de Dª Jacinta da Veiga, ambos de San Román de Sajamonde); tuvo por hijo al ILMO. SR. D. DAMÁSO IGLESIAS LAGO, natural de la villa de Redondela, canónigo magistral de la catedral de Orense, electo canónigo cardenal de Santiago, para cuyo honorífico cargo hizo pruebas de limpieza de sangre (Orense, 1815), de las que extractamos la precedente genealogía. Fue obispo de Orense. En el nuevo mundo podemos hablar de diversos personajes que llevaban este apellido: En noviembre de 1.524, Rodrigo Galván de Bastidas, capituló con los reyes la exploración y conquista de las nuevas tierras. Por aquellas fechas resultaba muy difícil encontrar navíos en Cuba, por habérselos llevado todos don Hernán Cortés para emprender la conquista de Méjico. No obstante, Bastidas, consiguió algunos barcos, no en muy buenas condiciones y con doscientos cuarenta hombres desembarcó en las costas de Venezuela. En este grupo de conquistadores iba Diego de Iglesias Gajarte, de quien se ignora el lugar de su nacimiento, primero de los de este apellido que pasaron a América. Entre los hombres de Bastidas comenzó a cundir el descontento al no encontrar el oro que se les había prometido, y en su lugar las penalidades se cebaron en ellos, teniendo que resistir un clima al que no estaban acostumbrados, las fiebres y los ataques de los indígenas, los feroces caribes. El teniente de Bastidas, Pedro de Villafuerte encabezó una rebelión y cuando el jefe de la expedición, quiso imponerse, recibió una puñalada por parte de su subordinado, quedando malherido, y si no fue rematado por el enfurecido Villafuerte fue gracias a la intervención de Diego Iglesias que consiguió salvarle la vida y haciéndole embarcar en uno de los navíos lo envió de regreso a Santo Domingo. En Venezuela quedaron los demás hasta la llegada de Pedro de Heredia que como sucesor de Bastidas, venía a hacerse cargo del mando, pero Rodrigo Alvarez Palomino, que se había hecho dueño de la situación, se negó a reconocerlo como su jefe, con lo que de nuevo estalló la querella entre los españoles. Se tiene noticia de que Diego Iglesias se puso de parte del recién llegado, acatando su nombramiento de Adelantado y lo hizo con mucho juicio, porque en la pelea, resultó derrotado Alvarez Palomino que al intentar huir, cayó en un río donde pereció ahogado. A partir de este momento, se pierde la pista de Diego de Iglesias. No poseemos antecedentes de qué pudo ser de él, si murió en combate contra los indios, si de fiebres, de muerte natural o, por el contrario, vivió para establecerse en las nuevas tierras. De todos modos, si no fue él, otros de este apellido se encargaron de que la descendencia española en el Nuevo Mundo quedara asegurada. En Méjico floreció en el siglo XIX, un célebre político, don José María Iglesias, que fue ministro en el gobierno de Benito Juárez cuando este luchaba para expulsar a los franceses de su patria, que, por orden del emperador Napoleón III, trataban de imponer una monarquía hereditaria en Méjico, en la persona del archiduque austriaco Maximiliano. En Perú también hubo otra rama del apellido Iglesias y de ella puede destacarse a Miguel Iglesias, senador, que fue presidente provisional de aquella república y al que un golpe militar derrocó, lo que le obligó a exiliarse. También en Costa Rica hubo otra línea de este apellido, Rafael Iglesias y Castro fue un político costarricense que después de ocupar las carteras de los Ministerios de Guerra y, posteriormente, de Hacienda, fue elegido Presidente de aquel país. Pero en la historia de este linaje aparece un apellido compuesto: Fernández Iglesias. Lo fue desde muy antiguo, pero ni consta la fecha en que sucedio, ni las causas que lo motivaron. Posiblemente fue debido a algún entronque matrimonial. Hay que decir que esta famillia de los Fernández Iglesias utiliza un escudo con armas muy parecidas a las del linaje Iglesias, pero lo hace en partido, añadiendo en un cuartel otras armas.
Escudos de Armas del apellido:
De gules, con una iglesia de plata y a la puerta un hombre armado con una alabarda con la cuchilla de plata y el asta de oro. Bordadura de azur con esta leyenda en oro: "A pesar de todo, venceremos a los moros". Otros traen escudo partido: l.º, de azur, y 2.º, de oro, y brochante sobre el todo, una iglesia de plata. Su blasón es una iglesia adosada a una torre superada por una concha, todo de plata en campo de azur, como resulta del expediente de pruebas de limpieza de sangre e hidalguía del linaje de esta familia, aprobado documental y testificalmente en El Ferrol en 1818, ante D. Vicente García Díaz, alcalde mayor de Su Majestad, en la villa de El Ferrol y en la de La Graña, dando fe el escribano de Su Majestad; de cuyo expediente resulta que tales eran las Armas de D. Cayetano Iglesias, y que sus antecesores habían luchado en las guerras de la Reconquista con los reyes de Castilla; y que junto con otras familias de La Graña habían luchado en las Cruzadas, al lado de los reyes de Navarra. El mencionado D. Cayetano peleó voluntariamente, agregado a las tropas de Marina, en la guerra de la Independencia, perdiendo un brazo en la rota de Espinosa de los Monteros.
Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753 Por las Leyes de la Heráldica, cuantos lleven el oro en sus escudos están obligados a hacer el bien a los pobres y a defender a sus príncipes, peleando por ellos hasta su última gota de sangre. El oro simboliza el topacio. En las armerías de los reyes se le llama "sol", en las de los nobles con título de Duque, Marqués, Conde, etc., "topacio" y en el de la nobleza en general "oro". En su relación con los astros el oro es el Sol; de los doce signos del Zodiaco, Leo; de los elementos, el fuego; de los días de la semana, el domingo; de los meses del año, julio; de los árboles, el ciprés y de las flores, el girasol; de las aves, el gallo; de los cuadrúpedos, el león y de los peces, el delfín. La plata en las armerías recibe el nombre de Luna, en lo que se refiere a las de los soberanos; en las de los títulos, perla, y en las de los restantes nobles, plata; significa blancura, pureza, y los que la llevan en sus armas están obligados a defender a las doncellas y amparar a los huérfanos. La plata significa en su correspondencia con las piedras preciosas la perla. De los astros, la Luna; de los signos del Zodiaco, Cáncer, y de los elementos, el agua; de los días de la semana, el lunes; de los meses del año, los de enero y febrero; de los árboles, la palmera; de las flores, la azucena; de las aves, la paloma; y de los animales, el armiño. El color rojo, denominado en Heráldica, gules, simboliza el valor, la intrepidez y la valentía. Aquellos que llevan este color en sus blasones tienen la obligación de socorrer, amparar y defender, a los injustamente oprimidos. Representa al rubí, y en lo que se refiere a los signos del Zodiaco corresponde a Marte, Aries y Escorpio; como elemento, el fuego; el día, el martes y el mes, el de octubre; el metal, el cobre; árbol, el cedro y la flor, el clavel; de las aves, corresponde al pelícano. El gules en las armerías de los reyes y príncipes se llama Marte; en las de los títulos, rubí, y gules en la generalidad de la nobleza. El esmalte azul (azur) simboliza la realeza, la serenidad y la hermosura. Los que los lleven en sus armas, están obligados a socorrer a los fieles servidores de sus príncipes que "se hallan sin remuneración por sus servicios". En las piedras preciosas representa al zafiro y en los signos del Zodiaco a que se encuentra sujeto son Tauro y Libra. Su elemento es el aire; su metal, el acero; el día de la semana, el viernes; los meses, abril y septiembre; su árbol, el álamo; la flor, la violeta; su animal, el camaleón y su ave, el pavo real. El azur se llama Júpiter en las armerías reales, zafiro en las de los títulos y azur en la nobleza. El ala representa a las alas del águila, simbolizando la libertad, dada sus ansias de volar y surcar los cielos. La alabarda es símbolo de fortaleza unida a la prudencia. El brazo simboliza la fortaleza. La cruz es una pieza honorable, que representa la espada del caballero, dándose en Armería al combatiente que sacaba la espada teñida de sangre de sus enemigos. Del tiempo de las cruzadas quedaron algunas familias con la cruz por armas, para denotar que habían estado en ellas.
