En el lugar de Aulestia, del Ayuntamiento de Murélaga y partido judicial de Marquina (Vizcaya), hubo una casa de este apellido de notorios hijosdalgo, y a ella perteneció I. García de Ibacache, esposo de doña María Ortiz de Gamboa, a la que hizo madre de II. Pedro de Ibacache Gamboa, casado con doña Maria Hurtado Beltrán, en la que tuvo a III. María de Ibacache Gamboa Hurtado, "Dama de gran suerte y virtud, y que tuvo lindas y aventajadas partes, que la llamaban la Rosa Blanca, por buen nombre", que heredó el Señorío de la casa de su apellido. Así lo dice don Tomás Thayer Ojeda en su biografía de Escobar, afirmando que la casa de Ibacache, una de las cuarenta con voto en las Juntas de Vizcaya, construida de cal y canto, con torres, fraguas, minas y manzanares, se alzaba en la villa de Alegría, lo que está en contradicción con otros autores que colocan la casa de Ibacache y su Señorío en Aulestia. Doña María casó en Chile con Andrés de Escobar y Minaya, bautizado en Ciudad Rodrigo (Salamanca), en 1519, que pasó a Indias con el Adelantado Benalcázar y figuró en la conquista de Popayán.
Escudos de Armas del apellido:
El escudo, en heráldica, es el soporte físico del blasón, al centro de las armerías. En la panoplia que representa el blasón, el escudo propiamente dicho representa el escudo de los hombres de armas. Las armas son generalmente presentadas sobre un escudo pero otros soportes son posibles: una vestimenta como el tabardo del heraldo, un elemento de arquitectura como un anuncio mural, un objeto doméstico... En este caso, la forma del contorno es aquella del soporte. El escudo se materializa por la forma geométrica y sus divisiones potenciales, o mesa de espera, en la que están representadas las armas. El escudo puede tomar diferentes formas, de acuerdo al origen de su representación.
Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753.