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Casa solariega en el valle Real de Léniz, del partido judicial de Vergara (Guipúzcoa). De ella fue I. Martín Ruiz de Heraya, Señor de la casa de su apellido, en 1477, que tuvo por esposa a doña María Sánchez de Heraya, y fueron padres de 1º Juan Ruiz de Heraya, que sigue, 2º Lope Ruiz de Heraya. 3º Matías Ruiz de Heraya. 4º Gracia Ruiz de Heraya. 5º María Ruiz de Heraya, y 6º Juana Ruiz de Heraya. II. Juan Ruiz de Heraya casó con doña María López de Otálora, y fundó, con Real facultad, en 1524, el mayorazgo de Erañagoiti. Procrearon a 1º Pedro de Heraya y López de Otálora, que sigue. 2º Catalina de Heraya y López de Otálora, esposa de Juan de Ocaranza. 3º Teresa de Heraya y López de Otárola, mujer de Jorge de Marulanda, y 4º Marina de Heraya y López de Otárola. III. Pedro de Heraya y López de Otálora sucedió en la casa, y contrajo matrimonio con doña Isabel de Larrinzar, a la que hizo madre de 1º Bernal de Heraya y Larrinzar, que sigue, 2º María de Heraya y Larrinzar, casada con Pedro de Mendiola, del que tuvo este hijo a) Domingo de Mendiola y Heraya, que sucederá. IV. Bernal de Heraya Larrinzar, celebró su enlace con doña Ana Vélez de Guevara, naciendo de esta unión: 1º María de Heraya y Vélez de Guevara, que sigue, y 2º Ana de Heraya y Vélez de Guevara, que continuará. V. María de Heraya y Vélez de Guevara, fue Señora de la casa de su apellido y del mayorazgo de Erañagoiti. Casó con Sebastián de Murúa, pero no tuvo sucesión, por lo que vino a heredarle su hermana VI. Ana de Heraya y Vélez de Guevara, que fue Señora de la casa de Heraya y del mayorazgo de Erañagoiti. Contrajo matrimonio con Juan de Marulanda y Albiz, y procrearon a VII. María Vélez de Marulanda y Heraya, Señora del mayorazgo de Erañagoiti y esposa de Francisco de Umansoro, del que tuvo a VIII. Francisco de Umansoro Marulanda y Heraya, Señor del mayorazgo de Erañagoiti, que se unió en matrimonio con doña Ana María de Alzolaras. Murió sin dejar hijos, disputándose entonces la sucesión en el mayorazgo las casas de Echarre y Aguirregaviria, descendiente la primera de doña Teresa de Heraya y López de Otálora, y la segunda, de doña María de Heraya y Larrinzar, en cuya línea quedó, al fin, siendo el sucesor el hijo de dicha señora, ya citado. IX. Domingo de Mendiola y Heraya, del que pasó después el mayorazgo a la casa de los Vizcondes de Santo Domingo, y luego, por venta, a la descendencia de doña Catalina de Heraya y López de Otálora, hermana de doña Teresa, ya citada.

Escudos de Armas del apellido:
El escudo, en heráldica, es el soporte físico del blasón, al centro de las armerías. En la panoplia que representa el blasón, el escudo propiamente dicho representa el escudo de los hombres de armas. Las armas son generalmente presentadas sobre un escudo pero otros soportes son posibles: una vestimenta como el tabardo del heraldo, un elemento de arquitectura como un anuncio mural, un objeto doméstico... En este caso, la forma del contorno es aquella del soporte. El escudo se materializa por la forma geométrica y sus divisiones potenciales, o mesa de espera, en la que están representadas las armas. El escudo puede tomar diferentes formas, de acuerdo al origen de su representación.       

Simbología de los escudos de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aun así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753.