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Apellido aragonés. Pasó a Valencia. Bernardo Gamir, caballero aragonés, fue enviado en 1329, por el rey don Alonso IV de Aragón, a la isla de Cerdeña, cuya ciudad de Sácer se estaba poblando a la sazón de aragoneses y catalanes. De una casa de Gamir, que radicó en la ciudad de Valencia, fue I. Miguel Juan Gamir, natural y alguacil mayor de la Inquisición de Valencia, que casó con doña Angela Pallarés, de igual naturaleza, y fueron padres de II. Miguel Juan Gamir y Pallarés, natural de Valencia, del Consejo de su Majestad y abogado patrimonial en la Real Audiencia de dicha capital, que en su mujer, doña Ana Lapena, natural de Bruselas, tuvo a III. Gaspar Juan Gamir Lapena, natural de Valencia, que vistió el hábito de Montesa el 20 de mayo de 1631.

Escudo de Armas:
El escudo, en heráldica, es el soporte físico del blasón, al centro de las armerías. En la panoplia que representa el blasón, el escudo propiamente dicho representa el escudo de los hombres de armas. Las armas son generalmente presentadas sobre un escudo pero otros soportes son posibles: una vestimenta como el tabardo del heraldo, un elemento de arquitectura como un anuncio mural, un objeto doméstico... En este caso, la forma del contorno es aquella del soporte. El escudo se materializa por la forma geométrica y sus divisiones potenciales, o mesa de espera, en la que están representadas las armas. El escudo puede tomar diferentes formas, de acuerdo al origen de su representación.

Simbología del Escudo de Armas:
Teniendo en cuenta la indumentaria que en la Edad Media vestían los caballeros en la batalla (armadura, celada, etc.), y que los hacía irreconocibles, resultaba necesario buscar un método de identificación y distinción entre los contendientes, que fuera revelador, preciso y rápido a una cierta distancia. De ahí surge la fórmula de exhibir en sus escudos tinturas, emblemas, etc., que los diferenciase de forma inequívoca y singular en el campo de batalla. Por eso la simbología heráldica, en su origen, buscaba formas y colores que fuesen notorios y permitiesen distinguir a sus portadores de un golpe de vista. Tal vez es exagerada la tendencia de algunos autores de dar significado o contenido a todos los emblemas (piezas, muebles, etc.) y esmaltes heráldicos, aún así hay varios tratados que estudian la simbología de los blasones de forma muy exhaustiva, entre ellos: "Ciencia Heroyca", de Don José de Avilés. Año 1725; y "Adarga Catalana", de Don Francisco Xavier de Garma y Duràn. Año 1753.