En heráldica, lo que parece ser el fondo o el plano donde se representan las figuras y piezas se llama escudo. Según la definición de Avilés, el escudo es simplemente el campo, la superficie y el espacio contenidos entre sus líneas extremas, sin importar la forma que tenga.
Dependiendo de esa forma, el escudo ha recibido diferentes nombres a lo largo del tiempo, como adarga, broquel, tarja o rodelas. Sin embargo, en el ámbito del blasón, generalmente se utiliza solo el término escudo, derivado del latín "scutum". San Isidoro explica su etimología diciendo que proviene de "ab excutiendo", porque con los escudos se desviaban los golpes de las armas.
El escudo tiene su origen en una antigua arma defensiva que los guerreros usaban en el brazo izquierdo para protegerse de los golpes de lanza y otras armas enemigas. Los soldados solían pintar en la parte visible del escudo cifras, figuras y jeroglíficos, según las tradiciones y costumbres de cada país.
Existen opiniones y noticias muy diversas sobre la época en la que se comenzó a usar el escudo. Algunos atribuyen su invención a Palas, y el estilo de llevarlo a caballo a Saturno. El Padre Musancio y otros autores creen que los primeros en usar escudos fueron los hermanos Preto y Acrisio, durante la guerra que tuvieron entre sí por la sucesión del reino de su padre Abas, rey de Argos, 2658 años antes de Jesucristo.
Otros consideran que los escudos se usaban ya en los campamentos de los israelitas, colgados en sus tiendas. Se cree también que el uso del escudo estaba generalizado antes de la guerra de Troya. En la tragedia de Esquilo, el más antiguo de los tres grandes poetas de Grecia, titulada "Los siete contra Tebas", ya encontramos el uso de escudos con emblemas.
El origen de los escudos sagrados de la antigua Roma, mencionados por Ovidio, es legendario. Aquí tienes su curiosa historia: en el año 48 de la fundación de Roma, 706 años antes de Jesucristo, una peste se extendió por toda Italia y no cesó hasta que un escudo de cobre cayó del cielo. Numa Pompilio consultó a la ninfa Egeria, quien le dijo que la suerte del Imperio dependería de la conservación de ese escudo, ya que sería la protección de Roma contra cualquier desgracia futura. Ante este anuncio, Numa Pompilio mandó construir once escudos idénticos para que, en caso de intento de robo, no se pudiera reconocer el que había caído del cielo.
La custodia de los doce escudos fue confiada a un grupo de doce sacerdotes de Marte, tomados de la orden de los patricios, conocidos como los Salios Palatinos, por el nombre de su templo en el monte Palatino. Para los mejores caballeros romanos, formar parte de este grupo era un gran honor.
Estos sacerdotes, vestidos con telas bordadas y coronados de laurel, recorrían solemnemente la ciudad todos los años en el mes de marzo, mostrando a la multitud los escudos que llevaban en el brazo derecho. Tal era la importancia y religiosidad de esta festividad que no se permitía al ejército romano realizar ningún movimiento, sin importar dónde se encontrara. Tampoco se permitía contraer matrimonio, ya que se creía que cualquier empresa comenzada en ese día no tendría buen resultado.
Los galos, para determinar si sus hijos eran legítimos, tenían la costumbre de colocar al recién nacido sobre un escudo y dejarlo a la deriva en la corriente de los ríos. Si el agua engullía el frágil soporte, el niño era declarado bastardo; si las olas respetaban al bebé, se proclamaba su legitimidad. El escudo también se incluía entre los regalos que el esposo hacía a la desposada en las bodas, probablemente para recordarle la prueba terrible por la cual debía pasar.
Tácito, al hablar de las costumbres de los germanos, menciona el Rin como el río para probar la legitimidad de los casamientos. César relata que los habitantes de las orillas del Rin no podían salir ni participar en asuntos públicos sin ir armados con su lanza y escudo. Cuando en un consejo un orador merecía la aprobación de sus oyentes, estos expresaban su acuerdo golpeando sus escudos. Además, el escudo se utilizaba en las adopciones y en la admisión de un joven en las filas ciudadanas.
En sus inicios, los escudos se fabricaban principalmente de madera, utilizando comúnmente la de sauce, fresno, álamo e higuera. También se hacían de corcho y de mimbres entretejidos.
La forma y el tamaño de los escudos variaban considerablemente en la antigüedad. Los escudos de los egipcios, por ejemplo, eran extraordinariamente grandes, casi del tamaño del cuerpo humano. Durante la guerra de Troya, los escudos no se llevaban en el brazo; se aseguraban al cuello del guerrero con una correa y colgaban sobre su pecho. Cuando no estaban en combate, los guerreros se echaban el escudo sobre el brazo izquierdo para sostenerlo, y mientras marchaban, lo llevaban colgado a la espalda.
Los carios, un pueblo guerrero, innovaron la manera de llevar el escudo, enseñando a los griegos a usarlo colgado del brazo mediante correas en forma de asas.
El escudo de los latinos era redondo, hecho de madera y cubierto con piel de buey, con un diámetro de tres pies. También usaron un escudo triangular, que se llevaba inclinado, como se puede ver en antiguos sellos.
El escudo de las legiones romanas era convexo y tenía forma de teja. Según Polibio, medía cuatro pies de largo y dos y medio de ancho.
El escudo de los macedonios variaba en tamaño, aunque generalmente medía dos pies y tenía cierta similitud con el de los romanos.
La adarga inicialmente era más larga que ancha; luego la hicieron convexa y la cubrieron con pieles de buey, y más tarde con planchas de hierro. Según Polibio, tenía aproximadamente un pie y medio de ancho por cuatro de largo. Era preferida por los que combatían a caballo.
El escudo conocido como "parma" era pequeño y redondo, más ligero y más corto que el utilizado por la infantería pesada. Esta rodela se usaba tanto para los soldados de infantería ligera como para la caballería.
La pelitra o cetra era una adarga ligera que usaban mucho los españoles. Tenía forma de media luna o de medio círculo. Las amazonas suelen representarse con la pelitra.
Las adargas más valiosas se fabricaban en Fez. Por eso aquel gallardo moro, antes de salir a combatir con el valiente castellano, decía:
"Ensillen el potro rucio
del alcaide de los Vélez,
denme la adarga de Fez
y la jacerina fuerte."
En los torneos, los escudos tenían diversas formas, pero todos tenían medidas muy similares.
Conforme las civilizaciones avanzaban, el escudo fue influenciado por el arte y se fue decorando y modificando. Originalmente destinado a proteger al guerrero de los golpes en la batalla, con el tiempo también se convirtió en un símbolo que defendía contra el desprecio, mostrando las hazañas realizadas por su propietario. Más adelante, en él se representaron mediante pintura y escultura grandes gestas, convirtiendo a los escudos en páginas de historia y, finalmente, en símbolos de honor y nobleza que el portador llevaba siempre consigo y transmitía a la posteridad.
EL ESCUDO EN LAS ARMERÍAS
Cuando el escudo dejó de ser una herramienta defensiva en la guerra, como ya hemos explicado, se convirtió únicamente en un símbolo y distintivo de nobleza. Su campo se utilizaba para el ejercicio del arte heráldico, donde se colocaban los emblemas de las familias según las reglas del Blasón.
La forma de estos Escudos de Armerías ha sido y puede ser muy variada, dependiendo de la inventiva de las personas o de las costumbres de cada país. La elección de la forma es arbitraria, "aunque se observa que cada nación tiende a usar más una forma que otra por inclinación o costumbre, siempre que no contradiga las reglas del arte, pero manteniendo una proporción fija".
El escudo español en la actualidad es cuadrilátero, a veces redondeado en la parte inferior (fig. 1), y otras veces con dos ángulos inferiores redondeados y terminado en punta en el centro de la base (fig. 2).
Antiguamente, en Francia, los bannerets de Guienne y de Poiton lo usaban cuadrado (fig. 3) o en forma de triángulo curvilíneo (fig. 4). Sin embargo, hoy en día los franceses usan el mismo tipo de escudo que los españoles.
El escudo de los flamencos tiene una punta en la base, similar al de los españoles y franceses.
Los alemanes suelen llevarlo con una escotadura en el lado derecho, que en la antigüedad se utilizaba para afianzar la lanza (fig. 5). También lo usan en varias otras formas, como se muestra en las figuras 6, 7 y 8.
Los ingleses adoptan el escudo español y francés, a veces modificándolo y ensanchando la parte superior (fig. 9).
En Italia, se utilizan escudos en forma de círculo y óvalo (figs. 10 y 11), como una figura más acorde al escudo esférico que usaban los romanos, símbolo de su Imperio universal.
Los eclesiásticos también suelen llevarlo en forma ovalada, como un símbolo del orden sacro.
Las doncellas lo usan en forma de losanje, como un rombo colocado sobre uno de sus ángulos, de modo que los lados largos estén en la parte superior e inferior, y los cortos en los laterales (fig. 12).
Las viudas pueden usar el mismo tipo de escudo que las doncellas para mostrar que han vuelto a la misma libertad que las solteras.
Las mujeres casadas suelen partir y acolar sus escudos con los de sus esposos, y viceversa, uniendo las armas de la esposa a la izquierda y las del esposo a la derecha (figs. 13, 14 y 15).
Los escudos de las abadesas, prioras y otras mujeres de ese tipo deben tener la misma forma que los de las doncellas.
Algunas ciudades y provincias también han usado el escudo en forma de losanje, pensando que esta forma no solo es adecuada para las mujeres, sino también para aquellos lugares que tienen nombres femeninos, como pueblos y ciudades.
Además, existen muchos otros tipos de escudos, como los mostrados en las figuras 16, 17, 18 y 19, cuyas formas arbitrarias dejan espacio para la creatividad del artista.
En pinturas y esculturas antiguas se pueden ver muchos escudos inclinados, echados y colgados, lo cual proviene de la costumbre en los torneos donde los nobles colgaban sus escudos de los pabellones y tiendas para que fueran visibles (figura 20). Algunos autores sugieren que esta variedad en la colocación de los escudos indicaba el tipo de combate que se llevaría a cabo: a pie, a caballo, con lanza u otras armas de la época.
En algunos lugares, los nobles colocaban el escudo echado para distinguirlo del escudo estándar que usaban los caballeros. Sin embargo, esto se evita para evitar confusiones con los escudos que se colocan en los sepulcros y con los que los pintores y escultores usan en sus obras por razones artísticas.